lunes, 29 de septiembre de 2014

Mientras escucho el viento

Detengo mi aliento, fijo la mirada en la barra
y me pierdo en felicidad.
En la bahía custodio los rayos solares delicados
que se posan sobre la piel de mi casa.

Con calidez acomodo las yemas en tu pelo
despacio, y encuentro razones para jugar
sobre el destino de tus pensamientos.

Arena suave, fina
se escapa entre los dedos
predice sueños náufragos
a orillas del mar.

La sinuosa avenida carga cuerpos;
parejas entrelazadas de la mano,
niños que ríen felices,
jubilados que buscan antídotos.

Un beso es lanzado a bocajarro,
me pierdo en su estela
siguiendo un rastro
que detiene el cegador Lorenzo.

El entorno, perezoso se vuelve azul,
paraíso tropical, meridiano de Greenwich,
algas atropelladas por las aristas de una ola,
aromas a verano eterno.

Poniente, figuras a contraluz,
al vaivén de una templada melodía,
que marcan fisuras del viento
al cruzar el corazón de rocas inmóviles.

Dos afortunados se desean
deteniendo las olas.
Y el océano ruge ahora,
envidia su fortuna.

Mientras, en el trópico de tu cuerpo, me recuesto,
vacío una cerveza y leo a Roberto Bolaños,
deseo dormir pero temo no despertar para el atardecer,
garabateo en las nubes y me olvido de esperar.


Playa de las Canteras.
Estela de avión militar simula un corazón.
Diciembre 2013. La Isla sin Camarón.


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