lunes, 11 de marzo de 2013

Las bestias que dominan el país


Estas últimas semanas hemos asistido a otra demostración de lo dantesca que puede llegar a ser la actividad política en nuestro herido país. El caso Bárcenas, uno más dentro de una continua escalada de corrupción que no parece tener fin, demuestra hasta dónde pueden llegar estos señores sin tener el más mínimo pudor.

El susodicho ha protagonizado sin rubor un hilarante monólogo del club de la comedia en el que no han faltado chascarrillos con los que salpimentar, las ya no tan secretas y absurdas cuentas de los partidos políticos, de frases y hechos que podrían ser el guión de una película del gran Berlanga.

El espectáculo está en lo más alto y los actores se sienten bien en su papel: que si los continuados viajes a Suiza eran a esquiar (jaja), que si los donativos a las arcas de la calle Génova son de manera altruista (jaja), o que Dolores Cospedal declarase que el extesorero no poseía un despacho en el partido popular, sino un “sitio” en el que movía su ábaco de cuentas de dinero negro, perdón de contabilidad B (¡¡bravo!!, grita el público español).

¡¡¡Estoy harto de que se insinúe que mi fortuna ha salido de los fondos del partido, ha ido creciendo por medio, entre otras causas, de transacciones con obras de arte!!!, grita dolido el Sr. Bárcenas ante el clamor de la función de hoy.

Rajoy, necesitado de su cuota de protagonismo cómico, sentencia: las cuentas de Bárcenas son todo mentira… salvo alguna cosilla… (jaja). ¡Otra, otra, otra!… se escucha desde el gallinero.

Todas estas bestias hambrientas de lo ajeno, se nutren al poseer no solo nuestro capital, sino también nuestra opinión. Acostumbrados durante años a enriquecerse vilmente con la complicidad del ciudadano que aplaude al que demuestra ser más “pícaro”, hemos creado a un ser superior. Otorgándose una potestad, que han tomado como absoluta; creyéndose habilitados a torear las leyes, la moralidad, los ciudadanos, la educación y bailar con la corrupción o prevaricación como el pan de cada día.

Los políticos podridos se multiplican (en todos los partidos cuecen habas), los puestos de poder hermanados con el capital conviven con toda clase de tiburones, que no quieren tirar de la manta a su homónimo, no sea que se les destapen los pies. Entidades financieras con intereses en ejecutar hipotecas o desahuciar, empresariado acostumbrados a defraudar y nadar en paraísos fiscales con consentimiento estatal, procesos judiciales que se alargan hasta caer en el olvido colectivo (costas y lentitud judicial que pagamos todos), fraudes, escándalos, corrupción, corrupción y más corrupción.

Estas bestias, que vimos crecer venturosamente y de la que todos somos culpables, en mayor o menor medida, se contonean sonriendo en trajes caros mientras las generaciones más jóvenes pasamos serios problemas para labrarnos un futuro.

Unas generaciones, de futuro incierto, poco implicadas con la lucha social por las comodidades que nos han hecho creer que poseeríamos indefinidamente. Jóvenes necesitados de estímulos para plantarle cara a este sistema de mentira, que premia a mediocres sin conciencia. Precisan valores sinceros que les motiven. Semillas que empezaron a plantarse en significativos movimientos sociales en los últimos tiempos. Unas generaciones que precisan que germine su disputa lo antes posible plantándose en contrapunto real a las actuales bestias.

Unas generaciones que aprieten por primera vez los puños y hagan agachar la cabeza a los dueños de nuestra sociedad. Sonrojen a los amorales, y hundan a las bestias que controlan nuestro país.

Sospecho que ese día se acerca y como un joven más que mira el horizonte cargado de temor, me rebelaré aventurando una realidad, como mínimo más justa y honrada. Una realidad en la que los que están arriba, gobiernen por el bien de todos.

Viñeta extraida de la web rokambol.com. Marzo 2013.


Escrito por Enrique Redondo. Marzo 2013.

domingo, 3 de marzo de 2013

El bailaor


Ante el tendido, el veterano bailaor mira con frialdad las pobladas gradas. Sus pasos firmes, cargados de pasión hielan el ambiente. La magia comienza con sólo entrar en escena. Sombrero de ala ancha, pelo oscuro ceñido a media altura. Barbilla altiva y camisa con bordados blanca a pecho descubierto. A un lado, el maestro acaricia con pericia las seis cuerdas de una guitarra española. Lo acompaña un cajón y varios palmeros.

Se disuelve el aire distendido. El flamenco arranca. El bailaor abre su alma y en el silencio tensa sus músculos, dibuja épicas figuras cargadas de magnetismo. Su cuerpo galopa fundiéndose en la música.

Los jóvenes anhelan conseguir su estatus, lograr que con un gesto se levante el plantío enarbolando pañuelos blancos que rindan pleitesía a su arte. Furtivos susurros al oído que evidencian el duende del artista. Gritos eufóricos a piel descubierta. Cual corcel brioso en gráciles saltos sacude los sentidos.

Las mujeres suspiran ante su encanto. Hipnotizadas por el embrujo de los contundentes movimientos acentuados por la intensidad de los músicos. Sueñan en secreto con sentir la pasión en sus carnes. Bombean de sus corazones pasión gitana ante la magia desparramada en el tablao.

Al finalizar cada función. El bailaor se sumerge en su isla de soledad, en perenne melancolía. El camerino es la cueva en la que se oculta hasta la próxima sesión. Otro pase regresará y tendrá una nueva oportunidad de dejar el alma en las tablas, a morir en su arte.

Quién lo conoce sabe que en cada actuación va muriendo poquito a poco. Puede que sea cierto que el tiempo lo cure todo. En su corazón, más que una enfermedad, existe un vacío. Y es que en su caso, como en las más bellas historias de amor, su gitana marchó prematuramente. Un vacío del que sólo se olvida bailando. Y lo justifica con arte flamenco tras cada actuación que sentencia: “me queda una menos para volver a reunirme con ella”.

Se mira en el espejo. Traga saliva y con pasión vuelve al escenario a hacer lo que mejor sabe. 

Atardecer en la playa de Las Canteras. Febrero 2013.
La isla sin Camarón.