miércoles, 1 de febrero de 2012

Y yo estoy aquí y ahora. C´est la vie.

Quizá deba estallar una nueva guerra. Que los que queman los sueños no mueran en la impunidad. Tal vez debiéramos volver a mirarnos a los ojos con sinceridad y no evitarnos; acostumbrados a sobrevivir tapando agujeros.

Las llamadas a gritos se suceden de quien ha perdido la esperanza. Pero su lamento aún no se escucha en los corrillos de los que se mueven por intereses. Alienados nos gusta seguir la corriente.

Yo, mientras tanto, busco el frío en pleno invierno. No me acostumbro al trópico y su temperatura constante. Ni frío ni calor. Ni blanco ni negro. Y es que estamos en tiempos difíciles. Pretéritos que se aparecen en ciclos intermitentes. Y pienso si esta ola se llevará con su espuma toda esta suciedad.

En las noticias vemos estrellas fugaces, algunos menos malos de lo que nos hacen creer, otros peores que los primeros. El horizonte entre la justicia y la verdad parece desaparecer. “Toda verdad depende del prisma con el que se mire”, repiten creyendo que así les acompaña la razón.

El 2012 no hace más que saludarnos, pero lo miramos con desconfianza. Y en los albores de un cambio de piel, se requieren radicales símbolos y generosos líderes que nos comprendan. Pero no se vislumbra.

Y en mi cabeza repican las elocuentes palabras de Sampedro. Simples, sinceras, directas… Si todos tuviéramos esa claridad. En ocasiones bastaría con tener sentido común y humanidad.

Y yo estoy aquí y ahora, pero mi voz no la escucho. Me silencio en mi desilusión. Mi mundo se reduce a mi entorno y ni siquiera puedo cambiarlo de órbita. Tampoco sé si hay alguien ahí fuera al que le importe.

Pero me siento y pregunto: ¿aunque la humanidad llegue tarde al fin del mundo, es esto motivo para que dejemos de intentarlo?.


Adjunto enlace.
Entrevista de Jordi Évole a José Luís Sampedro

3 comentarios:

  1. Muy profundo Quique. Y estoy contigo con lo de Sampedro, que claridad!!

    Te seguimos leyendo.

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  2. Pues no, estimado amigo, no es cuestión de resignarse por lo ingente de la tarea. Eso no puede ser una opción que nos sirva para valorarnos ante el espejo. Tampoco hablo de exigirnos más de lo que podamos abarcar, ni convertirnos en seres extraordinarios. Basta con asumir que hay un pequeño trozo de mundo que sí es mi responsabilidad y actuar con mucha humildad y las dosis justas de esperanza.

    Sentir un justo regocijo con las mejoras, por modestas que sean, y la asunción de nuestros pequeños compromisos, incluso sin ver sus frutos, para alimentar nuestro ánimo.

    Y aún así, no será fácil, especialmente hay que vencer nuestra propia resistencia.

    Saludos!

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    1. Es cierto Adolfo. Pero vivimos tan acomodados que cada vez que hay un poco de agitación se diluye con relativa facilidad. Se silencia con el paso del tiempo. Y cada cual se a acostumbrado a soportar su vela, que supongo que con los problemas que hay no son pocos.
      Aún así secundo cada una de tus palabras. Lo que no debemos hacer es bajar los brazos.
      Saludos amigo.

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